Poemas por Ingeborg Bachmann

Ingeborg Bachman
...

Ingeborg Bachmann  nace en 1926 en Klagenfurt, Austria. En 1942 escribe la tragedia   Carmen Ruidera, desde allí narraciones, como en 1943,  La Cruz de Honditsch; estudia filosofía tras el bachillerato y publica por primera vez,   Die Fähre:  La barca  1946. Circunda por entonces el círculo literario de Hans Weigel, empezando a redactar la novela:  La ciudad sin nombre; de 1948 data un primer encuentro con P. Celan. Sus primeras narraciones salen en el periódico  Wiener Tageszeitung, en 1949. Termina su tesis doctoral sobre la recepción crítica de la filosofía existencial de Martin Heidegger. En 1950, se encuentra con Celan en Paris, viaja a Londres y se contacta con exiliados. Trabaja fuera de su país, escribe ensayos sobre Wittgenstein, Musil, publica el poemario  El Tiempo Postergado, en Frankfurt; trabaja para radio Bremen, entrega de emisiones radiales, relatos en 1955. Se instala en Nápoles el 56 tras viaje a EEUU, en donde trabajará luego como directora de la televisión bávara. Publica su segundo libro lírico en 1956,  Invocación a la osa mayor. En 1958 se trasladó a Zurcí. Encuentro con Max Frisch. Premio a relatos radiales de los ciegos de guerra en 1959. Discurso de agradecimiento:  La verdad es exigible al ser humano  [texto poetológico].Ópera de Hans Werner Henze con libreto suyo en 1960. Traduce a Ungaretti, aparece en Surkhamp, Frankfurt. Al año siguiente se publica tomo de narraciones suyo:  El trigésimo año  en Piper München. Ruptura con Frisch el 62. Es internada en hospital de Zurich. Empieza el proyecto   Todesarten, Tipos de muerte, proyecto narrativo de varias novelas... Franza  [la primera]. En octubre del 64   Buechner Preis. El 65 otra opera de Henze:  El joven lord  lleva libreto suyo, se presenta en Berlin. Firma manifiesto en oposición a la guerra de Vietnam, encuentra en Roma a Anna Ajmatova, le dedica poema. Vuelve a Roma el 68 y recibe Gran Premio de Austria. Comienza  Malina. Lovestory, novela película que la hace famosa en los noventa, bestseller en los setenta en Europa, 1971. El 72 publica otra serie de relatos llamada  Simultan, por Piper en München. Presenta este trabajo diciendo del escribir que es compulsión, castigo, obsesión. Muere el 73 a raíz de secuelas de un incendio en el que sufre graves quemaduras. En español están traducidos  Tiempo Postergado,   Madrid, Cátedra, 1991;  Últimos Poemas, Hiperión, Madrid, 1999. 

  

VOSOTRAS, PALABRAS

  

 Para Nelly Sachs, la amiga, la poeta, en veneración

    

¡Vosotras, palabras, levantaos, seguidme!
y aunque ya estemos lejos,
demasiado lejos, nos alejaremos una vez
más, hacia ningún final.
No aclara.
La palabra
sólo arrastrará
otras palabras,
la frase otras frases.
El mundo así quiere,
definitivamente,
imponerse,
quiere estar dicho ya.
No la digáis.
Palabras, seguidme,
¡que no se vuelva definitiva
–esta ansia del verbo
y dicho y contradicho!
Dejad ahora un rato
que ninguno de los sentimientos hable,
que el músculo corazón
se ejercite de manera diferente.
Dejad, digo, dejad.
Nada, digo yo, susurrado
al oído supremo,
que sobre la muerte no se te ocurra nada,
deja y sígueme, ni dulce
ni amargo,
ni consolador,
no significativamente
sin consuelo
tampoco sin signos–
Y sobre todo, no eso: la imagen
en el tejido de polvo, el retumbar vacío
de sílabas, palabras de agonía.
¡Sin decir nada,
vosotras, palabras!
   

   

Bajo la tormenta de rosas

  

Adonde nos dirijamos bajo la tormenta de rosas,
las espinas iluminan la noche, y el trueno
de las hojas, antes tan silenciosas en los arbustos,
        nos sigue ahora muy de cerca.

    

 De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
Versión de Arturo Parada
         

   

Despedida

  

 La carne, que envejeció muy bien conmigo,
la mano rugosa, que sostuvo fresca la mía,
ha de quedarse sobre el pálido muslo,
rejuvenecerse la carne, por un instante,
para que así venga más rápido el derrumbe en ella,
rápido llegan las arrugas, casi sanas,
          y todo sobre la rígida musculatura.

    

No ser amada. El dolor podría ser aún
mayor, Se siente muy bien, toca a la puerta.
Pero la carne, con su línea abierta en la rodilla,
las arrugadas manos, todo ello sobrevino de noche,
el curtido omóplato, donde ya no crece ningún verde,
donde alguna vez se mantuvo oculto un rostro.
Avejentada en cien años, en un solo día,
El confiado animal fue llevado bajo latigazos
        a su armonía preestablecida.

   

 Niños de Julio

      

 Por nuestros propios medios nonatos,
mis niños de julio, las monstruosidades
que se mueven con el pie mutilado, no lo sabemos,
que agitan el muñón, no lo sabemos,
y la cabeza perdida.
Por nuestros propios medios,
perdiendo la cabeza,
mis queridos niños
nada les habría podido enseñar
pero bien alimentados les habría hecho
enamorarse de lo otro, del viento en el aire
Unos miles de ellos en Julio
habría sido siempre Julio
monstruos alimentados
desde mi ternura
que es lo que buscáis vosotros, espectros etéreos
Transformadores del mundo, vosotros me
lo habríais cambiado el mundo
y cambiármelo hasta la muerte por cariño
hasta la muerte para algo otro
Viento en el aire el papel jironeado
que se desgarra, antes que alguno pueda
leer lo que ha sucedido
como se os ha arrancado
de mí, se ha desgarrado el jirón de
papel que no puede sin embargo leer aun nadie.

                     

       

La noche de los perdidos.
     El final del amor

      

Una luna, un cielo
y el mar obscuro.
Tan sólo eso, y todo obscuro.
Tan sólo eso, porque es de noche.
Y nada humano
entreteje además esa acción efectiva,
Que me reprochas también tú
y semejante amargura
No lo hagas.
Nada mejor hay que yo pudiera conocer
sino amarte, nunca
pensé,
que a través del sudor de la piel
se me haría presente
el […] mundo.
           

       

[Sin título]

      

Observad, amigos ¡acaso no lo veis!
que no lo he sobrevivido ni menos resistido, no lo veis,
que voy hacia adentro, que
para aquél de ahí yo voy hablando por dentro, que
me repliego y desdeño
mi cabello, que embolso mis manos
retiro mi palabra, no lo veis,
observad,
que me marcho, que voy
        cayendo, que me entrego,

        

y grito, porque los locos
buscan tanteando a sus protectores, como
yo a mi guarda.
       

       

[Sin título]

      

Qué difícil es perdonar,
un trabajo muy lento y muy arduo,
del que sola me he ocupado
        durante ya muchos años.

        

El odio me ha enfermado,
me siento deformada, estos abscesos
me prohíben incluso mostrarme
        junto a los hombres.

        

Sólo sé que yo
no puedo odiar más de este modo
ni desear tu muerte,
la cual tampoco deseo,
        ni cumpliría yo por mi mano,

        

He aprendido que la mía
ha de amar a sus enemigos, y
esto es tan simple, pues si no cómo
podrían luego mis enemigos
hacerme más de un mal.
Si se extravía una bala,
si alguien me escupe en a cara,
como ayer, no me guardo pensamientos
        contra el amor que me ha sido dado.

        

Tengo miedo ante el amor
que me has infundido tú,
con la intención más cruel.
Totalmente ajada de cortantes ácidos,
venenos de todo tipo, por el opio,
aturdida por completo en mi destrucción.
Puesto que ya no vivo más en ti,
y muerta me encuentro ya, donde estoy.
Lo que cuentan y persisten son las cúpulas
comen dos veces al día, satisfacen
luego sus necesidades, e
imploran por los medicamentos,
que me han de sumir en un largo sueño.
           

       

 
Cantos durante la huida

      

 Dura legge d'Amor! ma, ben che obliqua,
Servar convensi; però ch'ella aggiunge
Di cielo in terra, universale, antiqua
              Petrarca, "I Ttriunfi"

              

I

      

La hoja de palma se parte con la nieve,
las escaleras se derrumban,
la ciudad yace tiesa y brilla
              en el extraño resplandor de invierno.

        

Los niños gritan y suben
a la colina del hambre,
comen de la blanca harina
        y rezan al cielo.

        

La rica quincalla invernal,
el oro de las mandarinas,
vuela en las ráfagas salvajes.
        Rueda la naranja sanguina.

       

II 

      

 Yo, sin embargo, yazgo solo
encerrado en hielo, lleno de heridas.
Todavía la nieve
              no me vendó los ojos.

        

Los muertos, abrazados a mí,
callan en todas las lenguas.
¡Nadie me ama ni ha agitado
   una lámpara para mí!

              

X

      

 ¡Oh amor, que rompiste y tiraste
nuestras cortezas, nuestro escudo,
el cobijo y la herrumbre marrón de años!
¡Oh penas, que pisándolo apagaron nuestro amor,
su fuego húmedo en las partes sensibles!
     Llena de humo, sucumbiendo en el humo, la llama se repliega.

       

XII

      

 Boca que durmió en mi boca,
ojo que vigiló mi ojo,
mano-
y los que me arrasaron, los ojos!
¡Boca que pronunció la sentencia,
   mano que me ejecutó!

       

XV

      

 El amor tiene un triunfo y la muerte tiene otro,
el tiempo y el tiempo de después.
              Nosotros no tenemos ninguno.

        

A nuestro alrededor sólo hundirse de astros. Destellos y silencio.
Mas la canción por encima del polvo después
        va a superarnos.

        

 De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García
                     

       

 
Currículum Vitae 

      

Larga es la noche,
larga para el hombre
que no puede morir, largamente
se tambalea bajo farolas
su ojo desnudo y su ojo
cegado por el aliento de aguardiente, y el olor
a carne mojada bajo sus uñas
no siempre le aturde, oh dios,
        larga es la noche.

        

Mi cabello no se encanece
porque salí del vientre de las máquinas,
Rosarroja* me untó de alquitrán la frente
y los mechones, habían estrangulado
a su hermana, blanca como la nieve. Pero yo,
el jefe de la tribu, pasé por la ciudad
de diez veces cien mil almas, y mi pie
pisaba las cucarachas del alma bajo el cielo de cuero, del cual
pendían diez veces cien mil pipas de la paz,
frías. Una calma de ángeles
deseé a menudo para mí
y cotos de caza llenos
de los gritos impotentes
de mis amigos.
Con las piernas y las alas abiertas
subía la sabihonda juventud
sobre mí, sobre el estiércol, sobre el jazmín,
hacia las inmensas noches del secreto
de la raíz cuadrada, la leyenda de la muerte
empaña mi ventana cada hora,
dadme euforbia y verted
la risa en mi garganta
de los viejos que nos antecedieron, cuando
caiga yo sobre los infolios
en el sueño vergonzoso,
para que no pueda pensar,
para que juegue con flecos
     de los que cuelgan serpientes.

        

También nuestras madres
soñaron con el futuro de sus maridos,
los vieron poderosos,
revolucionarios y solitarios,
pero después del retiro los han visto encorvados en el huerto
sobre las llameantes malas hierbas,
mano a mano con el fruto charlatán
de su amor. Triste padre mío,
¿por qué callasteis entonces
   y no habéis seguido pensando?

        

Perdido en las cascadas de fuego,
En una noche junto a un cañón
que no dispara, condenadamente larga
es la noche, bajo el esputo
de una luna enfermiza, su luz
biliosa, pasa volando sobre mí
el trineo con la historia
embellecida,
en la vía del sueño de poder (lo cual no impido).
No era que yo durmiese: estaba despierto,
entre esqueletos de hielo buscaba el camino,
volvía a casa, me ceñía el brazo
y la pierna con hiedra y con restos
de sol blanqueaba las ruinas.
Respeté los días festivos,
y sólo si mi pan estaba bendecido
        lo comía.

        

En una época arrogante
hay que pasar de prisa
de una luz a otra, de un país
a otro, bajo el arco iris,
con la punta del compás en el corazón,
tomando la noche por radio.
Abierto de par en par. Desde las montañas
se ven lagos, en los lagos
montañas, y en el armazón de las nubes
se balancean las campanas
de un mundo. Saber de quién
        es ese mundo, me está prohibido.

        

Ocurrió un viernes:
-yo estaba ayunando por mi vida,
el aire chorreaba del zumo de los limones
y la espina estaba clavada en mi paladar¬
entonces saqué del pez abierto
un anillo que lanzado
al nacer yo, cayó en el río
de la noche y se hundió.
        Yo volví a lanzarlo a la noche.

        

Oh ¡si no tuviera miedo a la muerte!
Si tuviera la palabra
(y no la errase)
si no tuviera cardos en el corazón
(y rechazara el sol),
si no tuviera avidez en la boca
(y no bebiera el agua salvaje),
si no abriera el párpado
(y no hubiera visto la cuerda).
¿Están tirando del cielo?
Si no me sostuviera la tierra
hace tiempo que yacería quieta,
hace tiempo que yacería
donde me quiere la noche,
antes de que hinche las narices
y levante su casco
para nuevos golpes,
siempre para golpear.
Siempre la noche.
Y nunca el día.
        *Rosarroja y Blancanieves son hermanas en el cuento.

        

 De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García
             

       

 
El tiempo postergado

      

 Vienen días más duros.
El tiempo postergado hasta nuevo aviso
asoma por el horizonte.
Pronto tendrás que atarte los zapatos
y correr los perros de vuelta a las granjas marismeñas.
Pues las vísceras de los peces
se han enfriado al viento.
Arde pobre la luz de los altramuces.
Tu mirada rastrea la niebla:
el tiempo postergado hasta nuevo aviso
              asoma por el horizonte.

        

Allí se te hunde la amada en la arena,
sube por su cabello ondeante,
le quita la palabra,
le ordena callarse,
le parece mortal
y dispuesta a la despedida
        tras cada abrazo.

        

No mires hacia atrás.
Átate los zapatos.
Corre los perros de vuelta.
Tira los peces al mar.
¡Apaga los altramuces!

        

Vienen días más duros.

        

 De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
Versión de Arturo Parada
             

       

 
En la penumbra

      

De nuevo metemos los dos las manos en el fuego,
tú, para el vino de la noche largamente embodegada,
yo, para la fuente de la mañana, que desconoce los lagares.
        Aguarda el fuelle del maestro, en quien confiamos.

        

Al sentir el calor de la preocupación, el soplador se acerca.
Se va antes de que amanezca, viene antes de que llames, es viejo
        como la penumbra en nuestras tenues cejas.

        

De nuevo, él prepara el plomo en caldera de lágrimas,
a ti, para un vaso -se trata de celebrar lo desaprovechado-,
a mí, para el pedazo lleno de humo -este se vacía sobre el fuego.
        Así avanzo hasta ti y hago sonar las sombras.

        

Descubierto está quien ahora vacile,
descubierto, quien haya olvidado el dicho.
¡Tú no puedes ni quieres saberlo,
tú bebes del borde, donde está fresco,
y como antaño, bebes y permaneces sobrio,
   a ti aún te crecen cejas, a ti aún te contemplan!

        

Pero yo ya aguardo el momento
en amor, a mí se me cae el pedazo
en el fuego, a mí se me convierte en el plomo
que era. Y detrás de la bala
estoy yo, tuerta, segura del blanco, delgada,
        enviándola al encuentro de la mañana.

        

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
Versión de Arturo Parada

           

       

 
Explícame, amor 

      

Tu sombrero se levanta despacio, saluda, y vuela al viento,
tu cabeza desnuda enamora a las nubes,
tu corazón tiene que hacer en otra parte,
tu boca asimila lenguas nuevas,
la hierba tembladera menudea por aquí,
el verano apaga y enciende los ásteres con un soplo,
ciego por los copos levantas el rostro,
ríes y lloras y te hundes en ti,
        qué más ha de ocurrirte -

        

¡Explícame, amor! 

        

El pavo con solemne asombro hace la rueda,
la paloma levanta su collar de plumas,
el aire se dilata repleto de arrullos,
grita el ánade, el país entero
se sirve de la miel silvestre, también en el sereno parque
      los arriates están enmarcados con un polvo dorado.

        

El pez se ruboriza, adelanta a la bandada
y se precipita entre grutas al lecho de coral.
Al son de la música de la arena plateada baila tímido el escorpión.
El escarabajo huele de lejos a la más espléndida;
¡si yo tuviera sus sentidos, notaría también
que brillan alas bajo el caparazón de ella,
y tomaría el camino del fresal lejano!
¡Explícame, amor!

        

El agua sabe hablar,
la ola toma a la ola de la mano,
en la viña el racimo se hincha, salta y cae.
¡Cuán confiado sale el caracol de su casa!

        

¡Una piedra sabe conmover a otra! 

        

Explícame amor, lo que no sé explicar:
¿trataré durante este tiempo corto y hostil
únicamente con pensamientos y sólo yo
no conoceré ni haré nada afectuoso?
¿Tiene uno que pensar? ¿No le echarán de menos?

        

Dices: otro espíritu cuenta con él...
No me expliques nada. Veo a la salamandra
pasar por todos los fuegos.
      Ningún horror la persigue y nada le causa dolor.

        

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
 Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García

              

 Invocación a la Osa Mayor

              

Osa Mayor, baja, hirsuta noche,
animal de piel de nubes con ojos viejos,
ojos de estrellas,
por la espesura irrumpen relucientes
tus patas con las garras,
garras de estrellas,
mantenemos despiertos los rebaños,
pero encantados por ti, desconfiamos
de tus flancos cansados y de tus dientes
agudos y semidescubiertos,
        vieja osa.

        

Una piña: vuestro mundo.
Vosotros: sus escamas.
Yo la muevo, la hago rodar
desde los abetos del principio
hasta los abetos del final,
la resoplo, la pruebo en la boca
        y la agarro con las zarpas.

        

Ya tengáis miedo o no lo tengáis,
pagad en la limosnera y dadle
al ciego una buena palabra,
para que sostenga a la osa de la correa.
Y sazonad bien los corderos.
Podría ser que esta osa
se soltara, no amenazara ya más
y corriera tras todas las piñas caídas
de los abetos grandes y alados
        que cayeron del paraíso.

        

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García
       

              

           Nueva

              

Sale del atrio celestial templado de cadáveres el sol.
No están allí los inmortales,
sino los caídos en batalla, oímos.
Y el esplendor no repara en la putrefacción. Nuestra deidad,
la Historia, nos ha dispuesto una sepultura
        de la que no hay resurrección.

        

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
            Versión de Arturo Parada

       

 

  

 

Publicidad 

  

Pero adónde vamos
no te preocupes no te preocupes
cuando oscurece y cuando viene el frío
no te preocupes
pero
con música
qué debemos hacer
alegre y con música
y pensar
alegre
cara a un final
con música
y adónde llevamos
mejor
nuestras preguntas y el escalofrío de todos los años
a la lavandería de sueños no te preocupes no te preocupes
pero qué ocurre
mejor
        cuando sobreviene

    

un silencio de muerte.

    

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García
       

   

 
Salmo

  

1

  

 ¡Callad conmigo, como callan todas las campanas! 

    

En la placenta de los horrores
buscan las sabandijas alimento nuevo.
Públicamente, cuelga los Viernes Santo una mano
en el firmamento, le faltan dos dedos,
y no puede jurar que todo,
todo, no haya sido y que nada
será. Se hunde en las nubes pardas,
arroba a los nuevos asesinos
        y sale absuelta.

    

De noche, sobre esta tierra,
forzar ventanas, darle para atrás a las sábanas,
que quede al descubierto el embozo de los enfermos,
una llaga llena de alimento, infinitos dolores
        para todos los gustos.

    

Enguantados contienen los carniceros
el aliento de los desembozados,
la luna en la puerta cae al suelo,
        no recojas los fragmentos, la cinta de la que colgó...

    

Todo estaba preparado para la extremaunción.
        (El sacramento no puede llevarse acabo).

   

 2

  

 Qué vanidad de vanidades.
Arrastra una ciudad hasta ti,
levántate del polvo de esa ciudad,
toma posesión de un cargo
y enmascárate
          para no ser desenmascarado.

    

Cumple las promesas
delante de un espejo ciego en el aire,
        delante de una puerta cerrada en el viento.

    

Intransitados están los caminos sobre la pared a plomo del cielo. 

      

3

  

 Oh ojos, que la tierra, almacén solar, quemó,
con la carga de lluvia de todos los ojos cargados,
cubiertos ahora de hilos, de telas
hiladas por las arañas trágicas
          del presente ...

  

4

  

 En la cuenca de mi mudez
pon una palabra
y levanta grandes bosques a ambos lados,
que mi boca
          entera quede en la sombra.

    

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
        Versión de Arturo Parada

   

 



Sombra rosas sombra

  

Bajo un cielo extraño
sombra rosas
sombra
sobre una tierra extraña
entre rosas y sombra
dentro de un agua extraña
        mi sombra

    

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
        Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García

      

  

  

Sólo cosas sombrías

      

Como Orfeo, toco
en las cuerdas de la vida la muerte,
y ante la belleza de la tierra
y de tus ojos, que administran el cielo,
        sólo sé decir cosas sombrías.

    

No olvides que también tú, de pronto,
aquella mañana, cuando tu lecho
todavía estaba húmedo de rocío y el clavel
dormía junto a tu corazón,
viste el río oscuro
        pasar a tu lado.

    

La cuerda del silencio,
tensada sobre la ola de sangre,
puso manos en tu corazón sonante.
Transformado quedó tu rizo
en la cabellera de sombras de la noche,
los copos negros de las tinieblas
        nevaron tu semblante.

    

Y mi lugar no está a tu lado.
        Ahora nos lamentamos los dos.

    

Pero como Orfeo, sé
junto a las cuerdas de la muerte la vida,
y en mí reverbera el azulado
        de tu ojo por siempre cerrado.

    

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
Versión de Arturo Parada
       

   

 
Temprano mediodía

  

Silencioso verde a el tilo en el verano inaugurado,
muy apartada de las ciudades tiembla
el brillo opaco de la luna diurna. Ya es mediodía,
ya se agita en la fuente el chorro,
ya se alza bajo el destrozo
el ala maltratada del pájaro de fábula,
y la mano, desfigurada por tirar la piedra,
        cae en el despertar del trigo.

    

Donde el cielo de Alemania ennegrece la tierra,
busca su ángel decapitado una tumba para el odio
        y te entrega el cuenco del corazón.

    

Un puñado de dolor se pierde sobre la colina. 

    

Siete años más tarde
te acuerdas nuevamente,
junto a la fuente, ante la puerta,
no mires demasiado profundamente,
        se te saltarán los ojos.

    

Siete años más tarde,
en casa de amortajado,
apuran los ayer verdugos
el vaso dorado.
Se te hundirían los ojos.
Ya es mediodía, en las cenizas
dobla el hierro, sobre el mandril
        está izada la bandera, y sobre la roca

    

del sueño ancestral, queda de aquí en adelante
        forjada el águila.

    

Solo la esperanza, aquejada de ceguera, está acurrucada bajo la luz.
¡Rompe sus cadenas, guíala
ladera abajo, ponle
la mano sobre los ojos, que no la
        abrase ninguna sombra!

    

Donde la tierra de Alemania ennegrece el cielo,
busca la nube palabras y llena el cráter de silencio
antes de que el verano las perciba bajo la llovizna.
Lo inexplicable recorre, en voz baja, el país:
        ya es mediodía.

    

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
        Versión de Arturo Parada

    

 

      

 Todos los días

      

Ya no se declara la guerra,
se prosigue. Lo inconcebible
se ha hecho cotidiano. El héroe
permanece alejado de los combatientes. El débil
ha avanzado hasta las zonas de fuego.
El uniforme de diario es la paciencia,
la condecoración, la mísera estrella
        de la esperanza sobre el corazón.

    

Se concede
cuando ya no pasa nada,
cuando el fuego nutrido ha enmudecido,
cuando el enemigo se ha hecho invisible,
y la sombra del armamento eterno
        oscurece el cielo.

    

Se concede
por abandonar las banderas,
por el valor ante el amigo,
por revelar secretos indignos
y desacatar
        toda orden.

    

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
Versión de Arturo Parada
       

   

 
Toma de tierra 

  

Llegué a las dehesas
cuando ya era de noche,
olfateando en los prados la hierba
y el viento antes de levantarse.
Ya no pastaba el amor,
las campanas se habían extinguido
        y los haces de hierba endurecido.

    

En el suelo había un cuerno clavado
por el obstinado animal de guía
        hundido en la oscuridad.

    

Lo saqué de la tierra,
lo alcé al cielo
        con todas mis fuerzas.

    

Para llenar este país
del todo con sonidos
toqué el cuerno,
dispuesto a vivir en el viento venidero
y bajo los tallos ondeantes
        de cualquier procedencia.

    

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
        Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García

      

           
Una especie de pérdida

      

Usados en común: estaciones del año, libros y una música.
Las llaves, los boles de té, la panera, sábanas y una
cama.
Un ajuar de palabras, de gestos, traídos, empleados,
gastados.
Un reglamento de casa observado. Dicho. Hecho. Y
siempre alargada la mano.
De inviernos, de un septeto vienés y de veranos me he
enamorado.
De mapas, de un poblacho de montaña, de una playa y de una cama.
Con fechas he hecho un culto, promesas he declarado
irrevocables,
he adornado un algo y he sido devota delante de una nada,
(-de un periódico doblado, de las cenizas frías, del
papel con un apunte)
impávida ante la religión, porque la iglesia era esta cama.
De la vista de un lago surgió mi pintura inagotable.
Desde el balcón había que saludar a los pueblos, mis
vecinos.
Junto al fuego de la chimenea, en la seguridad, mi
cabello tenía su color más intenso.
La llamada a la puerta era la alarma para mi alegría.
No te he perdido a ti,
        sino al mundo.

    

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
        Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García

   

 Vuelo nocturno

      

Nuestro campo es el cielo,
arado con el sudor de los motores,
frente a la noche,
        bajo la intervención del sueño.

    

Soñado sobre calvarios y piras,
bajo el tejado del mundo, cuyas tejas
se ha llevado el viento -y ahora, lluvia, lluvia, lluvia
en nuestra casa y en los molinos
los ciegos vuelos de los murciélagos.
¿Quién vivía allí? ¿Quién tenía límpidas las manos?
¿Quién resplandecía en la noche,
        fantasma a los fantasmas?

    

Al abrigo del plumaje de acero, interrogan
instrumentos el espacio, relojes y escalas,
la maleza de nubes, y roza el amor
el lenguaje olvidado de nuestro corazón:
corto y largo largo... Durante una hora
bate granizo el tímpano del oído,
        que, desafecto a nosotros, escucha y distorsiona.

    

No ha desaparecido el sol ni la tierra,
        solo se han movido como astros, irreconocibles.

    

Nos hemos remontado de un puerto
en que no cuenta el retorno,
ni la carga ni la pesca.
Las especias de la India y las sedas del Japón
les pertenecen a los comerciantes,
        como los peces a las redes.

    

Pero se percibe un olor
que se anticipa a los cometas,
y el tejido del aire
desgarrado por el cometa caído.
Llámalo estado de los solitarios
en que se lleva a cabo el asombro.
        Nada más.

    

Nos hemos remontado, y los conventos están vacíos
desde que toleramos, una orden, que no salva ni enseña.
Actuar no es asunto de los pilotos. Tienen la vista fija
en las bases y extendido sobre las rodillas
        el mapa de un mundo al que nada hay que añadir.

    

¿Quién vive ahí abajo? ¿Quién llora...?
¿Quién pierde la llave de la casa?
¿Quién no encuentra su cama, quién duerme
sobre los umbrales? ¿Quién, cuando llega la mañana,
se atreve a interpretar la estela de plata: mirad, por encima de mí...?
Cuando el agua impulsa de nuevo la rueda del molino,
¿quién se atreve a recordar la noche?

    

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
        Versión de Arturo Parada