Del 600 al 649

Microrrelatos

600
M. Cristina Pradera
Argentina

LA PUERTA CON CANDADO
Quizás aún era demasiado temprano para comprar cigarrillos. Mejor sería planificar lo que haría mañana, su hermano Pablo, seguramente estaría cortando el pasto, si llegaba de sorpresa,...que lindo sería! hacía mucho que no veía a sus sobrinos. Después de aquella discusión en Navidad, convivían con un silencio abrumador. Que sin sentido le parecía ahora. Pero los años fueron pasando, con-tinuaron con sus vidas recordándose en el silencio más escondido: el de los recuerdos. Soñaban con un tiempo en el que las discusiones terminaban con un ¡te juego una carrera a ver quién gana!. Y el enojo se cambiaba por una sonrisa y una leche compartida con ganas, mientras los dibujitos estaban por empezar. O tal vez, podría ir a tomar unos mates con Natalia. Que corto le parecía ahora el tiempo. Nunca le había dicho cuánto la amaba, cuánto necesitaba tomarla de la cintura y decirle esas cosas al oído que la hacían ponerse colorada. Dar un paseo y dejar que el viento les desparrame los rulos, mientras se ríen de todo y construyen un mundo donde el dolor no entra, porque le cerraron la puerta con candado. Nunca dijo nada y ahora el tiempo se esfumaba.
Sus pensamientos se interrumpieron, quería hablar...pero no podía, la máscara de oxígeno se lo impedía. Todo era tan fugaz, una vorágine: las tardes con Pablo, los besos de Natalia y su mira-da interrogativa ante tantos silencios, que ahora no podían ser llenados.
Un grito de bronca se ahogaba en su silencio, esta vez impuesto por el destino, por un accidente en auto, que escuchó decir a un enfermero, pero que no recordaba. Era como fragmentos de una pesadilla de la que no despertaría.
Decidió cerrar los ojos y aunque en ecos escuchaba una voz masculina que decía ¡hay que empezar a operar urgente!, se encerró en el paraíso que había tenido con Natalia y cerró como en aquellos días, la puerta con candado al dolor y se dejó ir...mientras abrazaba a un Pablo niño y corría por la vereda de Natalia para gritarle al mundo que la amaba. Y fue recién ahí, cuando ella lo recibió con su sonrisa gigante, sus pelos despeinados y le dijo yo también, que él se dejó ir para siempre, mientras un olor a hospital lo invadía y una paz de otro tiempo le llenaba el alma.

601
Pilar Arias Iglesias
Buenos Aires

HABLEMOS CLARO
Acá estoy yo, con mi voluntad vigente, de pie, firme, con las ideas claras por el sublime sol que alumbra mi cabeza y mi corazón Acá estamos nosotros también, no sé si amontonados por el viento, ligados por el destino o unidos por amor. Muchos piensan que estoy loca, pero es más sencillo de lo que todos creen. Estoy viva, maravillosamente viva, llena de certezas que le dan un toque de felicidad a mi presente que sólo es empañado por tu egoísmo y tu ignorancia.
Cómo hacerte entender, que adoptar no es trocar, canjear, comprar, sustituir, reemplazar, apropiarse, hacer caridad, hacer un favor, la solución mágica, hacer una obra de bien. Adoptar es recibir, abrazar, prohijar. Es saber que llega a nuestra vida, una persona, nada más y nada menos que nuestro hijo. Un hijo que no tiene nuestros rasgos, ni nuestra sangre, pero es el niño esperado, soñado, amado.
Amor mío, cómo hacerte entender que el que no haya sido concebido por nosotros, no lo hace un hijo de segunda.


602
Seudónimo: Antuso Cañas

S.O.S.
Con un estudiado movimiento de muñeca desconecté la alarma del despertador. Mientras me calzaba las botas el fastidioso pitido reanudó su cantinela, esta vez con mayor intensidad. Somnoliento y confuso lo volví a desconectar. El irritante pitido me sorprendió de nuevo en el baño con progresión provocadora. En mi afán por extinguirlo cuanto antes corrí azorado hasta el despertador yendo los dos a dar contra el suelo. Las pilas se desprendieron. Juzgué que era mejor así: a las cinco de la mañana un maniático pitido puede alcanzar cotas oligofrénicas. Camino del ascensor por el pasillo de la novena planta se podía respirar el agobió de una extraña y oculta excitación. Las puertas del reducido habitáculo se sellaron y el pitido regresó, se duplicó, se triplicó, se multiplicó paralizándome de angustia. La ansiedad pegaba mi lengua al paladar y temí por mi corazón desbocado. El pensamiento de que pudiera tratarse de una pesadilla apenas me aliviaba. Incluso pensé en el manicomio como en mi nuevo hogar. Al retraerse las puertas del ascensor quise escapar de aquella demencia, pero en la calle el afilado pitido era aún más desquiciante. Provenía de todas las direcciones y de ninguna a un mismo tiempo. Lo amortajaba todo. Ocultar la cabeza entre las manos no me sirvió de nada. Algo iba muy mal.


603
Claudia Aboaf Petit de Murat
Argentina

EL OJO
Atravesó la espesura sombría. Al salir del bosque casi retrocedió ante la claridad que lo acusaba de asesino. Las manos mojadas eran una señal de lo sucedido. En una gota tibia que resbalaba por el anular, y que guardaba el recuerdo del acto mismo; se vio. Y verse no es lo mismo que ciego, hacer lo que se debe. Miraba lo que hizo... la conciencia estaba por opinar. Pero Emilio la amenazó para que abandonara la costumbre de juzgar. Mató lo que debía ser muerto. Después, sumergió las manos en el agua verde.
Nació destinado, doblegado por antiguos genes, a ser pequeño, pero, cobijado por grandes expectativas no lo parecía tanto. Demoró su salida al mundo exterior; la primera impresión en la tierra ancha por donde se mirara y el cielo alto hasta el infinito, lo hizo llorar.
Fue un bajito, abandonado, irritable, sin corazón. Pero un día entró a ese bosque, miró las ramas que le señalaban a distintas partes. Un sendero animal, de patitas finas, lo orientó hacia el estanque. En el corazón del bosque se perdió el resto del mundo: todo era de su tamaño. Un reino verde, marrón, hongos y musgos.
En el instante en que los pájaros salían de todas partes, decidió que debía matarlo. Con el cuerpo lleno de sol retenido, explotó iluminando el bosque o era el atardecer que invitaba al sol a colarse. Se lavó las manos.
Avanzó, alto, en la claridad reinante.


604
Claudia Aboaf Petit de Murat
Argentina

LA COCINA
Cuarenta y cinco comandas cuelgan de la campana de la cocina. Deseos comestibles, impacientes por ser satisfechos. El chef se mueve rápido, aunque sumergido en el aire espeso, oloroso y caliente. De pronto una "orden" lo inmoviliza. La gota que cae de su frente, se aplasta en un círculo y difumina las letras: mesa 5. Después nada.
Se seca las manos en el delantal salpicado. Se asoma al salón: demasiado joven para estar sentado solo; esperará a su padre. La moza le cuenta que no espera a nadie y no pide nada.
El chef vuelve a la cocina, él también está en "blanco", hace mucho que no inventa una receta, repite el mismo menú desde hace años. Mira el papel sin órdenes.
Con elementos sencillos prepara una comida rica y la dispone en el plato con arte. Llega fragante a la mesa donde se sienta el casi niño.
El cocinero espía.
El joven come, naturalmente, con una sonrisa.
No está apurado. Ni espera nada.


605
seudonimo : Mburucuyá
Girona España

OTRO PEQUEÑO TITANIC
En ocasiones se sentaba frente al mar y soñaba que era otra persona.
Una vez fue un niño tratando de huir de una isla paradisíaca, en busca de la libertad hacia la dictadura de la irracionalidad. Allí tan cerca que podía sentir el perfume del ansiado exilio y tan lejos que su transporte era casi ataúd. En otra oportunidad fue emigrante gallego en busca de un sueño, en un lejano lugar llamado Río de la Plata. Huía del hambre y la guerra. También fue nieto de éste haciendo el camino inverso algún tiempo después, con similares inquietudes. Soñó además que era intrépido navegante y descubridor de nuevos mundos y qué volvía a su tierra cargado de riquezas. Fue comerciante, contrabandista, pescador y polizón.
Pero éste día debía ser diferente, sería el mismo.
De repente la señal.
Se pone de pie, se suma al resto tratando de abordar la endeble barcaza.
El agua le acaricia los pies y mientras observa el frenético vaivén de las olas, la sensación de ser arrastrado lo invade. Sabe que no puede desistir. Mientras se aprieta como los otros, tratando de ocupar el menor espacio posible, observa el cielo para distraerse, pero se preocupa más. La tormenta se acerca, negros nubarrones lo cubren todo.


606
Thania López

ESO DEL DEMASIADO TARDE
Demasiado caminar. Al menos tres kilómetros desde la Estación de autobuses hasta mi casa. Los pies inflamados. La cama ahí. Dos horas atrás, él respiraba sobre las sábanas apergaminadas, tibias. Apenas sentirlo a un costado mío, y yo ya volaba otra vez. Incluso pensé en esas palabras: eternidad, infinitud. Palabras que no, que nunca. Ahora nada más descansar, alimentar el recuerdo, los ruidos, el calendario. En este minuto el autobús corre desbocado por la carretera, baja las pendientes. Cada vez más lejos, más rápido. Y dentro de este cuarto, yo y mi deseo de abrir los brazos, las piernas, la boca de una buena vez, pero demasiado tarde. Inmóvil. Incapacitada. Inútil. Lejos. El autobús con su cuerpo dentro, fuera de esta cama. Qué situación ridícula. Eso del demasiado tarde. Tanto callar y fingir. Ni una palabra de más. Ni un gesto. Conservar la cordura, o al menos, la compostura. Luego despojarse de la ropa. De los planes, de las intenciones, de la sensatez. Pero siempre en silencio. Apareciendo como lo más apropiado. Recibir sólo lo ofrecido. Extender un tanto así apenas. Cada uno bebiendo en silencio. Vino en su lengua, en mi vientre. Dentro del cuerpo, como el chi de los taoístas. Vino rancio en mi paladar esta tarde. El sol afuera, rojo, redondo. Manchas de vino en el piso, en mis pies adoloridos, en las nubes color de vino, en estas mismas sábanas. Mi cabeza sobre ellas, pero pensando ahora en un autobús, en su cuerpo, en la invalidez del demasiado tarde. Pensando en la carretera, en la pendiente. Sobre todo en la pendiente. Pronunciada, despeñada hasta el Hades. Y luego el final. El único final posible. Caer sobre el almohadón rígido, insoslayable, de la incertidumbre.


607
Fernando Laub

ABSORBENTE COMO POCAS
El pasaba la aspiradora cuando sonó el teléfono. Sonar es una forma de decir pues el timbre se escuchaba muy apagado. Al cabo de un rato se percató de que el aparato telefónico había sido aspirado y se encontraba dentro de la bolsa de residuos del artefacto doméstico. Con razón sonaba tan raro. Pero cómo había llegado hasta ahí. La manguera de la aspiradora no era lo suficientemente ancha como para deglutirlo. Y cómo era posible que el teléfono siguiera sonando si ya no estaba conectado a la línea. La situación se tornó en una incongruencia absoluta. Sería esta una aspiradora tan potente como para disolver la estructura de la materia y absorber hasta la última molécula de la alfombra. Debe ser el teléfono del vecino, pensó. Y como desafiando al destino apuntó el pico hacia el motor de la máquina para ver si era capaz de aspirarse ella misma. Lo que nunca hubiera imaginado es que a raíz de este experimento doméstico se generaría una retroalimentación positiva de dimensiones inconmensurables.
Lo que sucedió en los veinte segundos siguientes fue indescriptible. El único testimonio del fenómeno al cual pudimos tener acceso fue un fragmento de una breve nota, elevada por un funcionario de la octava dimensión del plano mental al jerarca cósmico correspondiente. En la misma, tras mencionar los temas relevantes del día, el arcángel se embarca en la enumeración rutinaria de los mundos creados en esa jornada para luego hacer mención en comentario al margen acerca de un agujero negro y la desintegración de un universo menor del archipiélago 74.633H del plano físico. Estimamos que esta alusión fue por mera formalidad.
- Está bien, pero lo que no queda claro es si el fenómeno ocurrió en el archipiélago 74.633 o 74.533, la nota fue escrita a mano, a las apuradas y no se entiende bien la letra, y el papel tampoco ayuda. Por pura casualidad encontraste en el piso este papelito con esos garabatos, se ve que era el memorando que me pasó el arcángel Claudio. Se me debe haber caído antes de ponerme a tipear los documentos del día. En el plano superior jamás se enteraron y conociéndolo a Claudio no creo que se enoje con migo, sabes que soy su secretaria predilecta. Olvidemos el tema, deja ese teléfono, y salgamos afuera que tengo ganas de fumarme otra galaxia -.


608
Ibiza Melián
Las Palmas

MI SUEÑO
¡Qué suerte!, la megafonía anunciaba la demora de mi vuelo, tenía una hora de retraso, ya podía despedirme de llegar a tiempo para la presentación del catálogo. No había manera, siempre sucedía algo inesperado, estaba predestinado a ser un segundón toda la vida.
Sin tener nada más que hacer, con la cabeza congestionada de tanto informe decidí simplemente dedicarme a observar. La gente cruzaba con celeridad la terminal, las prisas y el ensimismamiento eran las notas más destacables. Correr ¿para qué? .Allí, sentado en aquel incómodo sillón caí en la cuenta de que había pasado los últimos años de mi superficial vida yendo de un lado a otro apresuradamente, pero sin haber predefinido puerto alguno al que arribar.
Una vez tuve un sueño: ¡quería ser escritor!, crear grandes historias en un mítico café parisino; pasear por el "Barrio de los Pintores", de donde sacaría los personajes para mis relatos; participar en apasionantes tertulias defendiendo mis creencias hasta sus últimas consecuencias. Vivir con lo necesario, porque nada necesitaba si poseía el don más preciado: la libertad de pensamiento y palabra. Sería inmortal, mis ideas traspasarían épocas y modas, sirviendo a generaciones futuras.
Pero, ¿qué fue de todo aquello? En algún momento perdí el hilo de tan profundos ideales y no supe encontrarlo. Sucumbí al designio de las masas, me predestiné a ser un ente gris, cuyo objetivo en la vida era vivir de las apariencias, encaminar cualquier acción en buscar la aprobación de los demás, sólo decir lo políticamente correcto en cada momento, y ser fiel seguidor de la premisa: "tanto tienes tanto vales". Era una mera marioneta del sistema. Había vendido el alma, la ilusión se había marchitado, el futuro se mostraba como una proyección del presente. ¿Qué importaban los bienes materiales o la opinión de los demás si vivía en una continua mentira? Al único que me engañaba era a mí, si cuando llegaba a casa y cerraba la puerta no era feliz, ¿de qué valía todo?
Dieron la salida de mi vuelo, ya en la fila ante el mostrador de embarque nuevamente miré alrededor y lo único que vi fueron más caras grises. ¿Qué sueño tendría cada uno y porqué lo abandonaron?


609
Elena Ibáñez Hernández
Valladolid

CANSANCIO
El hombre parecía agotado. Era un hombre encorvado, que salía de trabajar en una oficina oscura y se dirigía a su casa de paredes empapeladas y manchadas de humedad.
La llave en la cerradura chirrió, y chirriaron los muelles de su cama cuando se sentó en ella. Él gimió cuando se agachó a quitarse los zapatos y, mientras cambiaba su ropa por el pijama, musitó: "Estoy hecho polvo".
Al meterse en la cama oyó el crujido de la persiana: el viento, que apenas le había dejado andar en el camino de vuelta, soplaba ahora contra su ventana. Apagó la luz, se sentía muy dolorido. "Qué cansado estoy", se dijo, y se pasó las manos por los brazos y la cara, y los sintió acartonados, "será el cansancio". El resplandor de un rayo inundó de pronto todo el cuarto, creando unas sombras repentinas y extrañas, y el viento golpeó la persiana y silbó por las junturas de la puerta, el cristal de la ventana vibró cuando sonó el trueno, y el hombre se sintió encoger hasta el tuétano. "Qué cansado estoy", volvió a decirse, como si necesitara repetírselo sin cesar para conciliar el sueño.
Estaba ya adormilado, a pesar de que la fatiga le seguía burbujeando en todos los músculos, cuando una ráfaga de viento, más fuerte que las otras, consiguió abrir la ventana, y enseguida un rayo, acompañado por el restallido del trueno, le deslumbró incluso a través de los párpados cerrados, y el viento sopló levantando la manta, estrellándola contra la puerta, y después levantó la sábana. Y después el pijama...


610
Elena Ibáñez Hernández
Valladolid

JUICIO FINAL
Un día Dios se dio un paseo por la Tierra.
Entró en un ciclo de conferencias sobre la erosión de la corteza terrestre. El orador se disponía a pasar unas diapositivas.
Dios se acomodó en una silla, vio y escuchó y, al final, en el turno de preguntas, levantó el brazo y dijo:
-¿Y si, en vez del viento, hubiera sido Dios jugando a las construcciones?
Después se marchó, un tanto emberrinchado porque un vulgar conferenciante se atreviera a dudar de la palabra de todo un dios ante sus propias narices.


611
Rodrigo Mate R´man
Heilbronn. Alemania

CORCEL BLANCO
Estaba caliente y húmedo cuando empezamos a jugar. Yo le golpeé la cabeza con la mano, sólo era una broma pero él me devolvió una patada que me hizo rebotar contra la pared. Sólo era una broma pensé, y le pegué con fuerza en la cara. Él respondió de nuevo a mi golpe y comenzamos a pelear. Yo quería acabar con aquello de una vez, así que agarré la cuerda y se la pasé alrededor del cuello. No quería hacerle daño, solo quería acabar con aquello. De pronto perdí pie y salí disparado hacia fuera, hacia la luz. Él salió detrás de mí con la cuerda alrededor del cuello, un nudo perfecto que se estrecharía a cada instante y a sus pequeños pulmones jamás llegó una gota de aire a pesar de que los médicos intentaron todo lo posible...
Años más tarde, colgado por el cuello de aquella soga, castigado a muerte por crímenes contra la humanidad, pequeñas gotas de semen resbalaban por mi pierna mojando el suelo debajo de mi pies y pensé de nuevo en aquello y en como habría sido mi vida si aquella mañana fría y seca no hubiese matado a mi hermano con su cordón umbilical.


612
Rodrigo Mate R´man
Heilbronn. Alemania

ROSA ROJA
Érase una vez un hombre de mediana estatura, clase media y mediana edad. No era feo aunque tampoco tonto ni listo, su coeficiente de inteligencia era normal, como el de todo el mundo. Su trabajo en aquella empresa era bastante rutinario y como los demás cobraba un sueldo medio, perfectamente ponderado al número de horas medias semanales que trabajaba. En casa tenía una gran colección de libros, los mil libros más leídos, una lista extraída de varias esforzadas encuestas, y ya los había leído todos. Siempre había pensado que si hay libros que ha leído mucha gente es porque son buenos, tanta gente no puede equivocarse, y merece la pena leerlos. Leer algo de alguien del que nadie ha oído hablar era una tontería.
Un día fue a trabajar con su ropa de trabajo, un traje gris, no muy barato, no muy caro. Por el camino se encontró con varios compañeros de trabajo, ni altos ni bajos, ni guapos ni feos, y hablaron sobre temas comunes, cientos de veces tratados, hasta la saciedad repetidos, sin ningún tipo de aporte nuevo, un matiz, algo que los sacara de la rutina, de la mediocridad. Juntos se alejaron, haciéndose cada vez más pequeños en la distancia, hasta que se convirtieron en una pequeña mancha gris.


613
Alfonso Ramírez de Arellano Espadero
Huelva

FANTASMA
Al principio es muy excitante. Está lo de ver a los demás desnudos, la impunidad de los robos, escapar a la tiranía de los espejos… y todo eso. Pero al final aburre, porque sin un cuerpo visible a uno lo tienen muy poco en cuenta.
Tras años de práctica conseguí corporeizarme un poco, lo suficiente para ser visible, aunque transparente. Mis relaciones sociales no mejoraron, porque, aunque ya no me ignoraban, sólo daba miedo.
A fuerza de voluntad conseguí ser completamente sólido. Un hombre de una sola pieza. Parecía que me aceptaban en algunos círculos y corrillos, pero terminaban dejándome solo porque resultaba demasiado previsible.
Para despertar interés decidí contar mi secreto. Entonces me dieron a elegir entre el castillo de mis antepasados o una habitación acolchada en el pabellón número once. Elegí ésta última. Aquí no se juzga a nadie por su apariencia.


614
Mónica Martínez Pastor

ECCEMA
Descubrí que algo no marchaba bien cuando me encontré un eccema pruriginoso en el lugar donde él me había besado la última vez.
Hasta entonces no había notado ningún indicio de este inminente fracaso, pero aquel día me di cuenta de lo ciego que puede llegar a ser el amor cuando uno se empeña en ponerse las gafas rosas siempre que queda con la persona amada. Sólamente, mirando despacio hacia atrás, pude dar relevancia a cosas en aquel momento "sin importancia", como fueron los plantones en la calle en pleno invierno, las llamadas colgadas de repente o mis cartas convertidas en leña para su estufa...
Supe que debía desprenderme de los dos, del eccema y de mi amor estropeado. Así que me encerré en la cocina y trabajé hasta destilar un brebaje mortal. Me lo apliqué suavemente en mi piel dañada, y lo que sobró lo vertí en el café de media mañana de mi pobre cariñito.
Cuando comprobé que no quedaban restos en mi piel, supe que de él tampoco quedaban ni los huesos...


615
Cristina Ortuño Palao

HUELLAS EN LA ARENA
"Me entretuve mirando el mar, un majestuoso velero se alzaba cortando los rayos de sol del ocaso, algunas gaviotas volaban bajo para pescar, segun supuse yo, algún pez o alimento para la cena, se acercaban al barco tímidamente, como si tuvieran miedo. En esos momentos yo poseía una increíble paz interior, estaba solo, sin nadie que me importunara, respirando una cálida brisa, sin ton ni son alguien acercóseme por detrás, me clavaron algo en la espalda, y como si la vida me fuera en ello intenté respirar, pero nada de mi cuerpo respondiá a la orden que mi cerebro le daba, caí lentamente hacia atrás, casi a cámara lenta, y cuando mi cabeza se depositó en la arena con un ruido sordo vi a mi verdugo, y allí, con mi cabeza rodeada de arena rojiza y embarrada, encontré mi muerte, sin ningún consuelo, todo por ir a pasear a la playa, por querer estar solo, sin más compañía que aquél velero que surcaba las aguas, me pregunté si alguien me encontraría, cuánto tardarían, si tendría alguna posibilidad de salvarme."
Fue un chico con 15 años quien encontró esta carta junto a un cadáver en la playa, tenía un tiro en la sien ,se encontraba solo y cubierto opr una sabana, una de las muertes más extrañas que han tenido lugar desde que comencé a trabajar, nadie sabe el significado de estas últimas palabras del fallecido, pero cada mañana desde aquello un velero
surca las aguas, y una huella de cuerpo humano aparece en la arena, en la zona de la cara se ve una sonrisa, como si quien estuvo allí fue feliz...


616
Ana María Oddo
Buenos Aires - Argentina

EL PRECIO DEL AMOR
La discusión había sido tremenda esa mañana. Lucas salió dando un portazo. Su pecho se agitaba hacia arriba y hacia abajo. Sentía enojo, impotencia, frustración. ¿Cuál debía ser el precio del amor? ¿Hasta dónde llegab el compromiso? ¿No eran suficientes diez años de renuncia dolorosa a lo que más le gustab en la vida? Diez años sin sombreros, ni gorras, ni boinas, ni birretes. No, eso debía terminar. Tomó una decisión tajante: volvería a su casa y no descansaría hasta encontrarla. Buscaría en armarios, placares, alacenas, debajo de los muebles. Estaba totalmente decidido a recuperar la cabeza que había perdido por ella, diez años atrás.


617
Ana María Oddo
Buenos Aires - Argentina

AGUA VIVA
A todos les contaba que estaba derretida por él. Cuando él se enteró salió corriendo a buscarla. Al llegar, resbaló en un charco y se cayó de bruces. En el charco, unos ojos profundos y una boca húmeda lo esperaban ansiosos.


618
Iñigo Capellan Perez

EL DIQUE
El pelo revolotea entre su mirada; mientras, las gaviotas vuelan inmóviles frente al viento. Llevamos sentados aquí desde que la marea, al chocar contra el dique, nos salpicaba. Así, cogidos de la mano, me estoy congelando, así que me levanto y, saltando de bloque en bloque, alcanzo la plataforma y corro un poco a lo largo del estrecho dique. Miro al cielo: ya está oscureciendo; y se está levantando un viento negro que se me mete por los oídos. Al gritar toda la ceniza me entra por la boca y no me puede oir; y así me quedo, tragando y estornudando... Al levantar la vista hacia el hermoso puerto de veleros, que ya se balancean bruscamente, veo una gran nube de humo sobre la ciudad, de donde salen espesas columnas. Cubriéndome los ojos acierto a ver a mucha gente saltando al agua desde la orilla antes de cerrarlos; porque me dolían tanto que tenía miedo de caer al mar! Un estruendo de sirenas cubre ahora el sonido de las olas, y me siento con mucho cuidado, a ver si consigo sacar un clínex del bolsillo de atrás del pantalón... Frotándome los ojos veo algunos gatos de cara blanca asomarse por entre las enormes piedras cúbicas del dique; rápidamente me levanto -y debía de haberme visto desde hace rato porque tenía una cara un poco rara-, aunque al pronto recupera su mirada ambigua y me tiende su mano para que le ayude en el último impulso, se la tiendo. Ahora mucha gente viene corriendo hacia nosotros por el dique, y en el puerto algunos han logrado izarse a los barcos. Nos miramos un poco sin sabe que hacer, pero entonces se gira y mira mar adentro. Me pongo nervioso -se están acercando-, algunos ya habían pasado a nuestro lado y se acercaban al faro, de vieja piedra en el extremo. Y el dique era de madera. De súbito corro, pero es demasiado tarde: los de arriba están arrojando a los demás... Y las gaviotas siguen, allí arriba, inmóviles frente al viento


619
Leonel Giacometto
Santa Fe. Argentina

MORIR
Levanta el arma y me mira. Ahora, mi destino es más incierto. Debo hacerlo. Debe hacerlo. Él o cualquiera. Todos los objetos que observo a su alrededor son el arma con la cual me apunta. Él es mi asesino y el arma con la que me apunta es enormemente amenazante (con el tiempo pensaré lo contrario), increíblemente certera (veremos) y extrañamente atractiva (con el tiempo, también pensaré lo contrario). No me mira a los ojos, sino donde apunta. Tiemblo. Tiembla. Jadeo. Jadea. Siento el primer disparo, cierro automáticamente los ojos y me muerdo el labio inferior. Dolorosamente, sonrío. Después, sobre la sábana, la mítica sangre del fin de mi virginidad.


620
Seudonimo: ROEN

HAMBRE
Toda la noche pasé mirando el frasco. " Lo destapo, no lo destapo. Sí lo hago, o no..."
Sentía por dentro el rechinar de las tripas, un ruido casi ensordecedor que no me dejaba olvidar lo que sentía: hambre. Un hambre terrible, feroz, voraz.
Jamás me había pasado, nunca. Pero ahora sí.
Y allí, sobre la mesa caoba, insolente, estaba el perverso frasco. Sabía con certeza que si lo abría no podría contenerme y en un segundo apenas lo vaciaría por completo. Y luego... vaya uno a ´saber hasta cuando no conseguiría más alimento. Por aquella pantanosa región, ya nadie pasaba.
El viejo camino de polvo, había sido reemplazado por las nuevas carreteras, más nuevas y rápidas.
Malditas. Habían logrado alejar de mí todo rastro de civilización.
Agredecí como nunca las primeras luces de la mañana, que ya empezaban a enceguecerme, obligándome a dormir. Tendría otro día para decidir, dentro de mi sarcófago, si tomaría o no aquella última reserva de sangre que me quedaba.


621
Javier Narváez Estrada
Iztapalapa. México, D. F.

MI PADRE. 
En un habitación de paredes claras, acaso inexistentes. Estábamos, mi padre y yo. Él vestido con una camisa blanca, traje y zapatos negros. Algo me preguntaba y yo le respondía otra cosa. Solo me miró. Desperté con el alivio de decir lo que nunca pude.


622
Ricardo Muñoz Murguía

ENCUENTRO
Una voz:
Ya llegué, papá. Mira qué bien te ves. Déjame abrazarte... ¡Hace tanto tiempo...!
Varias voces:
¡Pobre, yo creo que no se fijó!... A lo mejor venía borracho... ¿Alguien lo conoce?... Quizá vivía por aquí cerca...


623
Mª Ángeles Salas Moneo

LA SÉPTIMA
Aunque su verdadero nombre era Candela, todo el mundo la llamaba "la Séptima", quizá porque nació en séptimo lugar, tal vez porque su nombre tuviera siete letras, ó a lo mejor porque el día en que su equipo de fútbol, en una histórica victoria sobre la Juventus, se alzó con el triunfo, proclamándose campeón de Europa después de 32 años; ella, sumergida en la histeria colectiva que reinaba aquella noche en la calle de Alcalá , se subió a la Cibeles, y se sentó en las rodillas de la misma diosa de la fertilidad, como Dios la trajo al mundo.
Y mientras sus pechos desnudos se movían a ritmo de samba y saludaba como si estuviera sentada en una de las carrozas que bajan por la Castellana el día del orgullo gay, una cadena de televisión, quizá la de mayor índice de audiencia, rodaba la escena para mostrarla en las noticias del día siguiente. Justo al lado, varios fotógrafos de diferentes agencias inmortalizaron a Candela, que salió en la primera página de los diarios más importantes de España.
Por eso también empezaron a llamarla "la Séptima". Incluso, una publicación argentina sacó el cuerpo desnudo de Candela, unido al rostro en mármol cárdeno de la diosa Cibeles, para los griegos Rea, con el siguiente titular: "La diosa Cibeles se despelota, para festejar la victoria de su equipo en la copa de Europa".
Y se hizo tan popular, que al cabo de un año y siete meses, ya tenía piso, coche, dinero, y un montón de amigos famosos. Pero una mañana de Julio, en la prensa, justo en la sección de sucesos, salió la Séptima, pero esta vez por desgracia, de cuerpo presente; alguien le había asestado siete puñaladas en el corazón.


624
Jose Angel Pizarro

EN OTRO BOEING CON OTRO BOY
--¿Verdad que cuando bajas esta rampa parece que vas a salir volando?
Era otra de las muchas ventajas de conducir, creer que tu vehículo podía convertirse en un avioncito si así lo sentías, pero lo mejor es que al final de la rampa estaba el mar y podías imaginar que surcabas el cielo.
Podías imaginar tantas cosas con ella.
Por eso cuando me dejó y los de Halcón Viajes hicimos fiesta en el aeropuerto alguien se burló de mí diciendo:
--Esta con otro boy en otro Boeing.
Y aun así ya habían pasado mil años, las putas seguían siendo rubias y francesas y yo seguía pareciendo el capitán de un barco con mi uniforme de revisor.
--Llueve y me siento sucia--me dijo una de las putas--, me voy a casa.
El agua brillaba sobre la pista del aeropuerto y la mujer que amaba se iba a marchar sin mí con el hombre que había elegido hace tiempo, las prostitutas con sus zapatos de charol mojados llevaban abrigos de cuero y luego poca cosa más debajo. Hablaban entre risas entre ellas. Como llovía no pudieron apreciar mis lágrimas.
--Con otro boy... ja, ja, ja...
--En otro Boeing... ji, ji, ji...


625
F. Castaño Villar

TANTO HABÍA RETENIDO 
Tanto había retenido que no cabían suficientes minutos en la bolsa del tic-tac urbano. Pronto iba a llegar a un lugar donde disfrutar a su tiempo, como cada día con su sabiduría para retener los verdaderos momentos. Pero ahora, no existían horas posibles para amar.
Imaginaba un amor entre ciegos, acaso porque sentía haber visto lo suficiente. Un amor en el que importan los susurros. La ternura de encontrarse con las manos. Eléctricas, precisas, acuosas, tantas caricias. Con la comunicación de los inconscientes elevados a la máxima potencia.
Se mostraba decidida y combativa, dispuesta a pronunciar las palabras acalladas en los suburbios de los grupos humanos. Una mujer sin miedo. Amante sin pretender ser amada. Solo una cosa deseaba y defendía al máximo. El humor era su mayor intuición al lado de la palabra.
El martes sucedió. Y caminaba llevándose por una cometa subida en los vientos. Practicaba el misterio de no precipitarse. Sin abismo. Sin mentira. Sin miedo. Sólo con una duda, la incertidumbre de que otra vez la vida se le fuera en lo que escribía.


626
Gustavo Eduardo Green Sinigaglia
Argentina

LA CITA
En esta plaza, hace cincuenta años, quedamos en volvernos a ver.
El viernes a la misma hora, en este mismo banco- me dijiste, y yo aún te espero.
Y aquí vuelvo todos los viernes a las seis y cuarto de la tarde con la esperanza que se realice el milagro.
Recuerdo con gran nitidez nuestro encuentro, ibas apurada, llevabas una pila de libros, yo leía el diario de la tarde.
Por causa de aquella baldosa floja los libros fueron a dar al medio de la plaza, junto a la fuente. De inmediato me encontraba ahí, en cuclillas junto a ti, muy cerca de tu pelo rojizo, rizado, oliendo perfume de rosas.
Después, corriendo y entre risas, me ayudaste a recoger las hojas del diario desparramadas por toda la plaza. Agitados nos sentamos, nunca olvidaré la sonrisa de tus ojos, tu dulce voz, tu blanca piel y aquella flor de jacarandá cayendo sobre tu pelo.
Cincuenta años…
Lo realmente extraño es que en todo este tiempo, cada viernes que he venido, nunca encontré a nadie sentado en "nuestro" banco, como si estuviera reservado para nosotros.
¿Sabe que pasa maestro?- me contestó el guardián, que, evidentemente, escuchó mi pensamiento expresado en voz alta, nadie se sienta en ese banco porque está debajo del paraíso, un árbol muy sucio.
¿Cómo?, ¿no es un jacarandá?-
No, el único jacarandá de la plaza es el que está allá a lo lejos, al lado del banco donde está sentada aquella ancianita pelirroja, la que tiene esa pila de libros.


627
Gustavo Eduardo Green Sinigaglia
Argentina

EN OTOÑO
Era el punto decisivo de un partido muy disputado entre los jubilados de la plaza "Libres del Sur". Todos aguardaban, en silencio, el envío de don Antenor; su mano izquierda aferrando la bocha se balanceaba pendularmente hacia adelante y hacia atrás, apenas dos cortos pasos le bastaron para el impulso; era un extraordinario jugador, su posición final luego del envío era de una gran belleza estética.
Todas las miradas se posaron en la cancha palpitando la definición; pero la bocha tardó mucho en llegar, en realidad la bocha no llegó nunca a destino.
Según don Celso habría quedado atascada en una de las ramas del frondoso jacarandá; don Bernabé, en cambio, asegura que la bocha se fue para atrás; a quien lo quiera escuchar don Severo manifiesta que la vio cruzar la avenida "Mariscal Hermosillo"; los más fantasiosos afirman haberla visto desintegrarse en pleno vuelo. Lo cierto es que no volvió a aparecer.
En vista de la inminente definición del encuentro y para resolver tamaña situación embarazosa el abuelo Lindor cruzó el empedrado rumbo a su casa, en busca de otro juego de bochas.
Las hojas secas caen. Los abuelos, como adormecidos, esperan al compañero que no llega.
Don Segundo cree haberlo visto entrar a una casa equivocada; para don Rodolfo no sería raro que el abuelo se hubiese quedado durmiendo la siesta; don Celso -confusamente- afirma que don Lindor estaría atascado en el jacarandá; don Fermín está convencido que este hombre -del que no recuerda el nombre- tiene serios problemas de memoria que le impedirán regresar al lugar.
El tiempo pasa, las hojas secas caen en abundancia confundiéndose con los ancianos cuerpos de los hombres que esperan.


628
Guillermo Silva Grucci
Uruguay

CAIDA LIBRE 
Está bien, está bien - explotó el hombre. ¿Quieres que te diga que te engaño? Te engaño. ¿Detalles? Quieres detalles. Lo hicimos una vez en el ascensor, dos en la antesala y tres veces en la escalera mecánica del segundo piso.
La mujer abre la ventana y se lanza al vacío desde el piso 90. A medida que las ventanas pasan más rápidamente por su campo visual, una sonrisa se va dibujando en su rostro. Frente al piso 25 ya ríe a carcajadas. Cree que soy tonta -grita- pero yo sé bien que no hay escalera mecánica en el segundo piso. El viento se lleva la risa hacia las altas cumbres.


629
Maik Ávila Sulbarán

ECUACIÓN
para Antonio Terán
El matemático soñó un campo de claveles. Toda su vida la veía a través de las matemáticas, las cuales le parecían hermosas. Parado delante de la luz de la nevera (ejemplo) contaba los tragos de agua que bebía. Cada una de sus camisas tenía un número en su memoria. No podía mirarse los pies sin pensar dos, pero si estaba descalzo, su mente automáticamente decía diez. Adquirió este gran vicio desde que, en la infancia, aprendió a tocar las yemas de sus dedos con el índice de la otra mano para ayudarse a resolver problemas en el pizarrón o el cuaderno. Camino a clases, supo que la distancia entre la puerta de su casa y la del colegio era de 798 pasos. El recreo lo desperdiciaba atento al segundero del reloj de la Dirección. El tiempo: otro juguete. Creció en la conciencia de cada minuto, cada día y cada mes de su vida, y en cierto momento tuvo la certeza de haber vivido 987.220.800 segundos en 31 años. Y, así, llegó a una ecuación más simple; y obvia: al casarse se convirtió en un lugarcomún: el número dos. Pero el entusiasmo inicial se desinfló apenas 2.920 días después, cuando el divorcio lo devolvió al uno. Sin embargo, para su tristeza, el embarazo de su ex-mujer (que no logró evitar la separación) le trajo el conflicto de los quebrados, sintiéndose una especie de 1,5.
Envejeció muy lento, ocupado en contar el número de los pliegues que iban apareciendo en su físico, o las canas que poco a poco fueron coronándolo.
Al final, esperaba convertirse -después de la gran operación matemática que había sido su vida- en el número inexistente, el cero. En la agonía reflexionó sobre ello, llegando a la conclusión de no haber sido más que un mísero guarismo, un signo hueco. Pero llegó la muerte, convirtiéndolo no en el 0 que esperaba, sino en integrante lúcido y directo de la totalidad. Era como estar en un infinito campo de claveles, contándolos con el dedo.


630
Kerman Arzalluz Arregui

JUAN EL FUNCIONARIO
Juan accedió a su puesto cubriendo una de esas plazas reservadas a personas con más de un 33% de minusvalía. "Soy Subdirector del Área de Seguridad"- proclamaba ufano. Ciertamente se desenvolvía con solvencia al frente del scanner, ajustándose escrupulosamente a las directrices que le marcaba Humberto, su amigo y mentor: "Si suena el piiiiii" me avisas; si no, no". Meses después ascendería, tras coger Humberto la baja por unos problemas intestinales sin diagnóstico claro.
Juan era metódico en su quehacer diario. Día tras día, se postraba en la mesa de trabajo y dormitaba durante media hora como si la última pernocta se hubiera quedado coja como su mente. Tras la cabezada se sucedían los cafés y las llamadas telefónicas, que le costaron más de una reprimenda. Recuerdo que tras la bronca por una conferencia de dos horas y veintidós minutos se limitó a responder con un gesto manual de movimiento de maracas al son de "Mira que eres linda, qué preciosa eres... ".
Canturreaba y farfullaba constantemente. Y enlazaba clips. Uno tras otro. La hilera trazaba su camino desde la papelera hasta la superficie de la mesa, como una serpiente que se alza hipnotizada por el silbido de una flauta.
Aquel martes 22 de febrero Juan abandonó su puesto a las doce con el pretexto de una consulta médica. A las dos de la tarde explotaba un paquete que segaba la vida de cuatro compañeros. Más tarde descubrimos que Juan no era deficiente, que tan sólo sufría una sordera parcial, y que dos años atrás había sido expulsado de su trabajo en la estafeta central de Zaragoza, por un turbio asunto de robo en las taquillas de los apartados de Correos.
Su disposición y diligencia para servir los cafés, los dolores estomacales de Humberto que le hacían plenipotenciario del scanner, aquellas cancioncillas a todas horas, ...


631
Ruben Amato
Argentina

REBOTE DE LUCES
Mayo en Buenos Aires. Todo demasiado gris. Terminal emotiva de una pasiòn esdrùjula. Cuándo comenzò esta zona de erotismo de donde no podes volver. Vaya uno a saber. A partir de hoy las cosas no van a ser las mismas. Què son las cosas. Las cosas del cuore. Las neuronas batiendose a duelo con los sentimientos.
. Las bocas rechonchas de besos. Las narices olfateando entrepiernas Sonido de los celulares.
Ahora que el amor està por escaparse de tu cuerpo.Ves mucho delìvery, muchos grafittis, demasiada propaganda para comprar un mundo que està por las nubes. Y si estas en las nubes no podes ver ese mundo que deseas comprar Tanteas en los bolsillos y encontras unos miserables centavos para hacer una llamada. Tal vez la ùltima. La que te salve de la soledad.
Laberinto de calles. Todo pasa en camara lenta . Es otro pais. . Nada justifica un minuto de perdida de tiempo. El projimo no existe. Solo existe lo propio y hacia allì caminan hombres y mujeres asustados. Nadie parece darse cuenta que van y vienen a traves de una ciudad llena de rejas. Encerrados los de adentro y los de afuera en una insolita carrera por quedar a salvo. A salvo de què . Hoy no hay tiempo de ponerse a pensar que significan las cosas
Solo nos queda un lapso entre una palabra y otra que le decimos a alguien que se detiene a escucharnos. Hay una unica oportunidad de tratar de hacernos entender.Aca el otoño sigue su camino como si nada.


632
Seudónimo: El batín.

EN SENTIMIENTOS ROJOS
Últimamente estoy muy ocupado, me dejaste muy ocupado intentando definirme, Sí, ya sé que esto a ti jamás te pasó, la duda es una debilidad y tú lo tuviste claro cuando hizo falta decidir. Yo nunca fui así, sólo me creí un ente delimitado cuando, por un tiempo, me dejaste que compartiera tu identidad. Y ahora aquí me tienes, intentando decidir que trozos de mi piel son míos y cuales te corresponden, que me queda de conciencia propia y que fracción de mi pensamiento debo empaquetarte. No hay abogados que nos puedan ayudar en esto, y si los hubiera no podría pagarlos porque con mi identidad, nuestra identidad, tu identidad, también te llevaste nuestro dinero.
Me gustaría llamarte puta, pero te has ido.
Últimamente ando muy ocupado, me paso el día amamantando a nuestros, a mis sentimientos de culpa, esto sí que no quisiste quitármelo. Como no podría ser de otra forma, los alimento con mi propia sangre. La leche materna no sería tan efectiva, los veo crecer y multiplicarse a la misma velocidad fulgurante que merma mi propia imagen.
Me gustaría llamarte. Puta ¿por qué te has ido?
Últimamente me encuentro perdido, intento erguirme en este universo en el que vivo tumbado y creo que se debe a que consideraste tuyo mi sentido del equilibrio y también te lo llevaste. Está bien, o estaría bien si no fuese porque además te quedaste con la mayor parte de mi universo, este universo viaja contigo, donde quiera que esté, junto a las escrituras de nuestro piso, calle amargura 93. Este espacio, esta dimensión en la que vivo no me pertenece, me llevaría a la desesperación si tuviera espacio para hacerlo.
Me gustaría llamarte puta porque te has ido.


633
Seudónimo: El batín.

VIDA EN WHISKY
Me enredaba con la madeja de mis sentimientos, mis ideas marchaban sin orden, y pasaba el tiempo como si tuviese la cabeza metida en un barreño de whisky...
Entonces ELLA se enamoró de mí.
Más tarde, me afané por construir una vida equilibrada. Contraje responsabilidades y obligaciones, huyendo de mi disipada existencia…
Y ELLA decidió compartir su vida conmigo.
Pasados los años, conoció a un artista. Un amigo de mi anterior vida, un hombre de ideas desordenadas, aficionado a vicios execrables, como bañarse en piscinas llenas de whisky…
En aquel tiempo ELLA se enamoró de él.
Éste, fascinado igualmente, organizó una vida equilibrada, adquirió responsabilidades y obligaciones, olvidando los placeres que antes le entretenían.
Para entonces, ELLA había decidido dejarme y casarse con él.
Yo me encontré desvalido, vitalmente arruinado. Abandoné mis obligaciones, descuidé mis responsabilidades; me alejé de todo materialismo, inunde mis pulmones con el mejor whisky y todo aquel orden, fruto del más profundo de mis sacrificios, se desmoronó.
Entonces ELLA se enamoró de mí...


634
Marta Sáez García.
Santiago de Chile

INSPIRACION
Frenética hurgué cada rincón de mi cerebro.
Estaba segura de que en alguna parte debían estar, quizás ocultas bajo un montón de escombros.
Busqué y busqué, pero en vano. Sin darme cuenta había tirado las palabras a la basura.


635
Marta Sáez García.
Santiago de Chile

FIN DE ACTO
El hombre se acercó con calma, sin decir palabra.
Sólo su mirada advirtió a la mujer y ella tembló al saber descubierto su secreto ya que el reloj del otro era visible en la mesa de noche. ¡Qué descuido imperdonable!
La abrazó y besó violento, mordiendo su boca hasta lacerarla.
El gemido del vientre abierto se ahogó en sangre.


636
Laura Sanz Llorente
Valladolid

"TRAS LA PUERTA"
No sabía exactamente lo que le esperaba tras esa enorme puerta aunque podía imaginarlo. Sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo y un sudor helado se deslizaba lentamente por su frente. El camino había estado lleno de obstáculos, algunos los salvó de una forma que prefirió enterrar en su memoria para siempre.
Bueno-pensó- ha llegado el momento. Con una mano temblorosa pulsó el timbre pero no obtuvo respuesta. Después de esperar unos segundos que le parecieron una eternidad, llamó con unos nudillos tan amoratados por el frío, como el resto de su cuerpo. Cuando acercó su mano a la puerta, ésta decidió no oponer resistencia y cedió ante la impaciencia de quién estaba frente a ella.
Sabía que al dejarle pasar le revelaría algo que cambiaría su vida. Un rayo de sol le iluminó de una forma tan intensa que le obligó a salir de la penumbra en la que había permanecido tanto tiempo. Por fin la verdad estaba allí y era algo que nunca habría imaginado.


637
Julián Miranda Viñuelas
Banyoles (Girona)

YO NO SOY BONITA
"Al pasar la calle me dijo el barquero: Las chicas bonitas no pagan dinero".
Yo no soy bonita. Tengo nariz de cotorra y las cejas juntas.
"Salta", me decían mis compañeras de colegio dándole a la comba.
"Salta", me dirá el disparo de salida ya. Yo saltaba 100, 200 veces, hasta que a mis compañeras se les agotaba el brazo. Era la campeona. Se me daban bien los deportes.
Se me dan bien. Puedo ser campeona olímpica de 100 metros libres dentro de un minuto. Estoy preparada. "Salta". Habré oído esa orden unas mil quinientas veces en los últimos cuatro años, cuatro veces por día, tres mil horas de piscina.
Yo no soy bonita. Y lo quiero ser. Y quiero tener dinero porque como no soy bonita tengo que pagar. Si ganó me contratarán para la publicidad de unos bañadores, tendré una beca, estudiaré... Y me haré la cirugía estética. Una nariz perfecta, mirada seductora.
¡Pam! Tengo que saltar. ¡Mi gemelo! ¡Un calambre!
-Otra vez no, Belinda, otra vez no. Llevamos un mes con el entrenamiento mental. Deberías estar acostumbrada a la presión. No tienes rival, le sacas 42 centésimas a la americana. ¿En qué estarías pensando? Tienes que concentrarte, mañana es la final.
¿En que pensaba? ¿En que puedo pensar cuándo contraigo los gemelos para saltar como cuando era una niña y las cámaras de todo el mundo enfocan mi cara llena de defectos? Yo no soy bonita, yo no soy bonita, yo no soy bonita.


638
Juan Reina Obrer

DÍAS FESTIVOS
Los domingos por la tarde volvíamos al parque. Bordeábamos un pequeño huerto de tulipanes para llegar a nuestro banco y nos sentábamos allí, a callarnos. A las cinco en punto ella se ponía la cesta de mimbre sobre las piernas, retiraba la servilleta como un velo santo y sacaba la merienda: torta de nueces y uvas pasas. Comíamos sin mirarnos. Algunas veces, con la cesta, se le subía levemente la falda y, a mí, contemplar sus muslos blancos me endulzaba como el chocolate. Las tardes de domingo eran de hablarnos a silencios.
Esa tarde, al regresar del parque, traía los ojos grises, para lloviznar. Por eso supe que algo iba a decir. Al momento de entrar en casa me lo dijo. Lo dijo tan de veras que sobró el decir más. Ya no te quiero, dijo. Y volvimos al silencio. Me senté junto a la ventana para contemplar los tulipanes. Apretando bien los ojos podía olerlos desde allí. Apenas quise oír la puerta cuando la cerró.


639
Bosco Sanz Blasco.
Zaratán (Valladolid)

IMPOTENCIAS 
La vida estaba pudiéndonos. Tomaba distintas caras y éramos tan incapaces que ninguno podíamos con ninguna de sus numerosas formas. Por última vez íbamos a estar todos juntos y todos derrotados: todos bien jodidos. Creo que ya nada importa. Estaríamos todos juntos y, al mismo tiempo, todos dispersos, desperdigados. Yo ya no les importo (no lo creo), y ellos... ellos a mí tampoco. Y no lo quise así. Y no lo puedo cambiar. Por más que quiera no puedo; no lo logro por más que lo intento y, aun así, hoy solo deseo, solo quiero estar rodeado de ellos. ¡Y ha pasado tanto tiempo!
Ahora estoy en el parque vacío, sin gente. Hay un charco sucio en ese trozo de tierra que ya no tiene hierba. Alguien se debe haber olvidado de los aspersores y los niños y sus botas no perdonan. Pero si te fijas, detrás de los árboles, crecen fantasmas. Son fantasmas amarillos que bailan y ríen y cantan y se mueven al son del viento. En cambio, las hojas... las hojas no pueden. Están silenciosas y quietas. Un momento, espera. ¿No susurran acaso? ¿No las oyes? Quizá gritan con voces de vida y muerte. Quizá gritan llorando para que las escuches pero no las hacemos caso. Quizá pronto se mueran, se pudran y caigan al suelo, a ese suelo donde nosotros jugábamos hace años.
Nada más se mueve y no oigo respirar al mundo. Tengo sed y respiro, pero no me alivia. ¿Dónde nos reuníamos? ¿Dónde jugábamos? No me acuerdo y me desgarra. ¿Cómo se escribe un grito? ¿Un puñal? La sangre solo la entendería yo y entonces no valdría. No quiero dar testimonio de quien jugaba a los diecisiete y no compraba juguetes, ¡ahora que puede! Qué crimen...
...y hoy ninguno de ellos ha venido, ...y hoy estoy yo solo.


640
Manu Ramos de Boría

LA CITA
--Ya hemos llegado mamá-dice Óscar frenando ante el cine-y antes de las ocho como te había dicho... A propósito ¿qué película vas a ver?
Elisa le sonríe con las manos posadas en el regazo como dos palomas, se encoge levemente de hombros y abre despacio la puerta del coche.
--Gracias cariño-dice al salir-cogeré un taxi para volver a casa.
Otro año, maquillada y vestida como si fuera a una boda, y al mismo cine. Tiene que ver con su primer novio ¿pero cuánto tiempo hará ya de eso? En fin; si a papá no le importa...
--Dos entradas, por favor. Butaca uno y dos de la última fila. Gracias.
Elisa compra solamente una botellita de agua, prefiere no exponer a su dentadura al riesgo de las palomitas. La sala es verde y su olor también. Se sienta en su butaca y se estira la falda. Elisa recuerda aquel día; diecinueve de abril del sesenta y nueve. Mismo cine, mismas butacas. Óscar sentado a su lado, sonriendo pese a que le dolía mucho la cabeza, le había dicho. Después del cine iban a ir a cenar, un derroche. Elisa sospechaba acalorada que para pedirle que se casara con él. Te hubiera dicho que sí. Se apagaron las luces, como ahora, y se cogieron la mano. A Elisa siempre le ha gustado éste momento, es como el duermevela de antes del sueño. Casi al final de Dos Hombres y Un Destino, Óscar apretó con tanta fuerza su mano que le hizo daño, para luego dejarla inerte, como un gorrión dormido. Murió antes que Paul Newman y Robert Redford.
Muchos años después, Elisa volvió al mismo cine un diecinueve de abril con su marido. Le estaba gustando Mi Pie Izquierdo cuando, en una escena que transcurría en un pub, Elisa asistió a un milagro, a su milagro. Me estoy volviendo loca, pensó. No puede ser. Y sin embargo en el extremo de la barra, con un traje azul oscuro, estaba Óscar, saludándola. Volvió al año siguiente, y al otro... sin faltar ninguno hasta ahora. El resto del año apenas piensa en Óscar, pero hoy tienen una cita.
Teme parpadear y perderse un detalle, se fija especialmente en los extras. Un escalofrío de limón le recorre la espalda, ahí está; con su traje azul, confundido entre un grupo de gente, saludándola desde la pantalla, sonriendo.


641
Manu Ramos de Boría

TRANSPARENCIA
Elena mira a través de mí, como siempre, mientras me pone al día de estos tres últimos años. Su boca dulce y roja como un puñetazo de fresas habla de sus magníficos trabajo, chalet y marido antes de preguntarme con aburrido desinterés ¿Y tú?
--Soluciono problemas.
Diecisiete años de transparencia no han mermado mi devoción por Elena, aunque mi rencor también ha ido creciendo, y corren ahora paralelos.
Tardo un año en escucharle decir "tengo un problema".
Desde el día en que se sentó a mi lado en clase, no me es suficiente con pensar en ella a todas horas, ni con comparar todos los cuerpos que me he ido encontrando con el suyo, ni siquiera me ha bastado con casarme con una mala copia. Por eso ahora estoy esperando en el coche y observo cómo sale de casa su marido, andando muy deprisa, cruza el jardín y se larga en su cochazo.
Su problema es decepcionantemente típico, y le he prometido solucionarlo. Elena me espera tras la puerta; viste una camisa blanca y un pantalón rosa peligrosamente corto.
--Venga- le digo mientras ella mira a través de mí hacia la calle-tenemos que darnos prisa.
Tiro al suelo los adornos de encima de la chimenea mientras ella se sienta en un sofá, empezaría una guerra por cada una de sus piernas. Le doy una patada a una puerta, resiste, buena madera, le doy otra, soy cada vez más opaco, estrello contra la pared una cosa de cristal con piedras dentro, ella no deja de mirarme.
--Ya vale, tampoco conviene pasarse… Ven -y viene, digna y débil como la virgen del sacrificio hacia King Kong-Ahora ya sabes lo que toca-asiente muy despacio- entonces tranquila ¿vale?
Le rompo la camisa de un tirón, los botones son insectos blancos correteando por el suelo, no lleva nada debajo. Elena dice algo y se revuelve pero la sujeto por los hombros y no la oigo. A dos centímetros de su rostro le susurro:
--Tengo un testigo en el bar al que va tu marido, dirá que estaba muy alterado-sonrío- Mi abogado dice que tu divorcio es pan comido; vas a pelar a ése cabrón, créeme.
Descubro que me equivocaba, que la adoración y el rencor no corrían paralelos, no; convergen aquí, ahora.
--Ésto, amor mío -me mira tan fijamente cuando alzo el puño- nos va a doler.


642
Teresa Rubira Loren

AMOR. AMOR.
La vi alejarse con paso firme. Una juventud casi insultante
desbordaba en el abrazo limpio de mirada clara con sonrisa
inocente. A través de su gesticular acelerado en cada frase, sentí
que quedaban pocos años para que volara del nido. Ese tan
entrañablemente construido a base de mimos y cariño, desde
aquella mañana calurosa -se cumplían 13 Agostos- en la que
estuvo por primera vez entre mis brazos.. Y no pude evitar
estremecerme ante la idea de pensarla lejos..
La vi dormida y ternuras doradas se multiplicaron en mi pecho.
Amparada en el sueño apacible y distendido, bajaba por su frente
la noche entre rizos infinitos.
Imaginé estar dentro de la misma nube, inventando mil historias
hermosas para que ella las soñara. Y hasta letras de canciones
que hablaban de mágicos países, encantados y eternos.
Volví a mirarla una vez más. Mi corazón dejó de pertenecerme por
entero, cuando ella vino al mundo, para quedar dividido en dos
mitades, exactamente iguales. Y, por si algún día ambas se
alejaban o perdían, grabé en cada parte, idéntica palabra: Amor.
Amor.


643
Seudonimo : Lagrima Azul

FOGONAZOS
El niño permanecía cabizbajo, apoyado en el algarrobo añoso que cual eterno vigía se levantaba a un costado del aljibe de aquella pobre escuela de campo.
Un hombre que pasaba por el polvoriento camino se dirigid a tomar un poco de agua. Miro al niño y le pregunto:
Por que estas triste?
El jovencito respondió:
Porque ya acercan las fiestas de fin de año y como siempre no habrá regalos para mi ni mis hermanos.
Instantáneamente el desconocido chasqueo los dedos y se produjo un fogonazo. En seguida el niño se vio en un lugar extraño. Veía multitud de niños, jóvenes y adultos tirados en el suelo, con llagas en sus cuerpos, quejándose de dolor, mientras otras personas se movían rápido entre ellos tratando de curarlos o arrimarles un poco de agua.
Otro chasquido y el niño aparezco en otro sitio. Aquí, muchas madres sostenían entres sus brazos a sus hijos flaquísimos, al punto que se les veían todos los huesos. En un costado, otro grupo enterraba a los que habían muerto por falta de comida.
Un nuevo fogonazo lo llevo a un vello y alto edificio de una modernísima ciudad. El hombre lo acompaño hasta una sala silenciosa. Allí pudo ver bebes de todas las razas ubicados cada uno en una incubadora. Le explico que habían sido abandonados por sus padres y esperaban que alguna familia quisiera llevarlos con ellos.
Un fogonazo más fuerte los devolvió al lugar del primer encuentro. El niño salio disparando hasta su casa; abrazo a sus padres y luego hizo lo mismo con cada uno de sus cuatro hermanos. Descubrió el regalo que Dios le hacia cada día.


644
Mónica Gutiérrez Sancho.
Zaragoza

RESPIRANDO MAR
Pepe Espada decía que era un pez. Si alguien le preguntaba el porqué de su aspecto humano, le contestaba que era un error genético, pero que él era un pez de agua salada y volvería a aspecto natural, o es qué nunca habían leído a Kafka y el proceso de una metamorfosis.
Su casa se encontraba entre las rocas, era de color azul añil como sus diminutos ojos. Olía a mar, ese olor que sólo sientes cuando metes las narices en alta mar, olor a sal, miles de seres vivos y agua. Las paredes estaban forradas de papel de burbujas, con el que se protegen las cosas para que no se rompan cuando las mandas por correo. Se enfadaba mucho cuando alguna visita se apoyaba en las paredes y tic tic las iba reventando con el dedo. 'Son mis burbujas, mi aire, lo más parecido a mi verdadero hogar debajo del agua' reprendía enfadado.
- ¿Dónde están tus escamas? - Le cantaban los niños cuando se metía en el agua día trás día, con una especie de aletas en los pies de fabricación casera.
'Estos niños, no aprenden nada en el colegio ¿siguen sin leer a Kafka?' pensaba mientras hacia sus ejercicios respiratorios antes de meterse en su mar. Ese día de agosto la playa estaba llena de gente, se sumergió y más de cincuenta minutos después lo arrastró hasta la orilla un aturdido bañista.
- Abran paso, se ha ahogado, no sé la de tiempo que lleva hundido en el fondo.
Cuando llegó la ambulancia estaba ya con el rostro amoratado y sólo sufría unas débiles convulsiones.
- ¡Doctor, este hombre se ha muerto ahogado en la playa!-gritaba el camillero.
- No me pregunten como, pero lo que ha tenido este hombre es una asfixia por oxígeno - dijo el médico sin apartar la mirada del cuerpo sin vida de Pepe Espada, del reducido bañador turquesa, de las aletas de goma caseras, de un brote de alga enano que parecía crecerle del hombro y de un par de peces diminutos que llevaba adheridos en el brazo y que ya no respiraban.


645
Hugo Clemente

SIEMPRE ES IGUAL
Siempre es igual. Pasamos diez, quince o veinte idas sin olernos. Escuchándonos únicamente a través de las interferencias de los teléfonos celulares y de las distorsiones de nuestros oídos, de nuestros deseos, de nuestros corazones. Nos jugamos malas pasadas y algunas demasiado buenas. Creemos que estamos haciendo camino, pero para eso es obligatorio andar. Después nos vemos y cien horas saben siempre a poco. Viéndonos las caras descubrimos alguna arruga nueva, otro pliegue a causa de la vida. En estas visitas es la urgencia quien da las ordenes. Nos protegemos de ella apretándonos uno contra el otro, como si nos hubieran chivado lo de nuestra ejecución. Termino la mochila y ella vigila parapetada en el sofá con las piernas plegadas bajo su tronco. Antes de salir por la puerta, hasta no se sabe cuando, ella me rodea el cuello con sus brazos de piel suave y aromática y me implora-no te vayas-. Siempre contesto lo mismo-vente- Nos ponemos tristes y nos brotan más arrugas. Ya de camino cuando el sol me lleva por las carreteras, que empiezo a saber de memoria, la recuerdo un paso por detrás del llanto en pijama, voluntariamente indefensa diciendo no te vayas. Recuerdo también mi sonrisa sinvergüenza y mi caricia en su mejilla y mi replica, vente. Pasa una y otra vez. Luego cuando paro a echar gasolina o miro las olas del monte, me pregunto cuanto tardaremos en hablarnos al revés,
-No te vengas-, -vete-.


646
Hugo Clemente

INFERNO
Cuando le pregunté a Luis que habría de hacer suponiendo que uno estuviera en el infierno (que es donde me habían enviado), él estaba allí, conmigo. Pero el infierno es un dispositivo de atención individualizada y aunque me acompañaba, el no estaba allí, su infierno no era ese. Él simplemente estaba en un lugar. Luis formaba parte, sin saberlo, de mi infierno. Se lo pregunté un día sentado en unas escaleras, junto a una fuente que echaba agua hirviendo, y olía a azufre y piel de niño quemado. Luis respiraba tranquilo, yo procuraba no hiperventilar y que las lenguas de fuego no abrieran llagas en mi espalda.
-Oye, tu que harías, suponiendo que cayeras en el infierno en vida. ¿Cómo escapar del infierno?
Luis se mesó la barba y me miró mas allá de los ojos, donde están los engranajes. Pensó en flores de bach, en chacras en lo mal que me veía y en la paz que él había encontrado en esas mismas escaleras, junto a mí, en mi infierno.
-Supongo que se sale entrando en el cielo, ¿no?
Valiente gilipollez. Menuda solucion. Nos tomamos unos vasos de agua hirviendo que olia a fruta podrida y era densa como el magma de un volcán. Varios meses después, cuando abandonaba aquel lugar donde los segundos duraban años y te olvidabas de respirar, porque el dolor ya te estaba agujereando los pulmones, entendí que tenía razón. Luis estaba allí, en su sitio, en mi infierno, porque alguien debía facilitarme la salida.


647
Seudónimo: Concepción Martínez Pérez

ESE GRAN AMOR 
Marina, aquella mañana, sentada en el jardín de su espléndido chalet meditaba, aún sorprendida, del gran giro que había dado su vida, y se preguntaba cómo iba a poder conseguir que este cambio inesperado no destruyera esa gran valentía de la que siempre había gozado para enfrentarse a todas las adversidades que la vida le había deparado, y seguía intentando convencerse que también esta vez conseguiría superar la enorme tristeza que iba invadiéndola al plantearse esa nueva situación. Sí, Ernesto, su marido, se había marchado, ya no lo vería más, sus últimas palabras de la noche anterior, serenas, convincentes, llegaron a ella como una fuerza aplastante, dejándola sin palabras, lasa, rota; estaba tan claro, se sentía hundida, dolida ante la situación que su marido, tranquilo y bastante triste, le había expuesto: El amor que él siempre había soñado y creía haberlo hallado en ella, había llegado a su vida por otros derroteros, llevaba ese secreto guardado, sin atreverse a declarárselo mucho tiempo, días, meses, no sabía cuántos, el verdadero amor que había hallado en esa otra mujer era tan fuerte que se sentía culpable e incapaz de seguir engañándola.
Marina seguía recordando a su marido hablándole y se sorprendió al descubrir en ella un sentimiento de pena hacia él, ante la dolorosa actitud con que le relataba la situación tratando de defenderse, sintiéndose muy apenado por el dolor, que sabía, le estaba causando.
Lo veía claro, era imposible imponerse ante tanta sinceridad y crear una escena que iba a producir a los dos mucho dolor…, y aceptó el hecho sin un reproche, sin una lágrima; el amor verdadero es algo tan sublime, tan fuerte, que cuando al fin se encuentra, como le había sucedido a su marido, no era posible cortarlo ni intentar interponerse en esa relación.
Ella sí sabía, porque lo había encontrado en su marido, que el verdadero amor se nutre de ver feliz a la persona a la que le una este gran sentimiento; y en la declaración de su marido había detectado tal sinceridad, que había aceptado el alejamiento de éste si con ello cooperaba a la felicidad de el que ella tanto quería, hasta el extremo de sacrificarse y vivir en adelante sin su deseada presencia.


648
Seudónimo: Nakazanius

FULGOR
Éramos de esos tipos que no necesitan demasiado para ponerse a discutir. En realidad no importaba de qué, sólo discutíamos. Muchas veces lo hacíamos por inercia, sin tener nada que decirnos. Hablábamos en voz alta mientras bebíamos cerveza o jugábamos al mus. Es un juego de cartas absurdo pero era peor quedarse callado. Creo que entonces pensábamos que alguien podía saber de qué nos escondíamos. Sí, creo que definitivamente odiábamos el silencio. El silencio y las voces graves. Así que éramos de esos tipos que callan cuando se les concedía la palabra. Solía parecer que nos habíamos quedado en blanco ante el jurado. Como los culpables. Tal vez porque aprendimos demasiado pronto que seguramente no habría nadie al otro lado, escuchando. El mundo tiene un carril de ida y tú sólo eres un autoestopista que todavía no ha escogido destino. Éramos cuatro autoestopistas en una carretera cortada por obras. Cuatro autoestopistas con una sola maleta sin cerrar.
Imagino que por eso todo nos llegó a destiempo. Cuando uno tiene necesidad de salvarse bajo el agua saca la cabeza para respirar en cuanto puede. Así que todos la sacamos más o menos a la vez y bueno, es en esos momentos en los que comprendes por qué mujer e hijo no forman parte de una secuencia. Ahora teníamos un flotador anudado al cuello pero al menos seguíamos vivos. No era un mal trato. Respirábamos, discutíamos y bebíamos cerveza en el mismo bar de siempre. Como si el tiempo se hubiera detenido de repente.
Esa tarde hablábamos de sueños por cumplir mientras en la tele una mujer era detenida por rociar con gasolina al cura que había violado a su hija de siete años. Luego le prendió fuego y se puso a llorar. Ciertamente hay ocasiones en las que un millón de lágrimas nunca son suficientes. Es curioso, en un programa de sucesos la realidad puede parecer tan lejana como tu propia infancia. Pero a veces no lo es. Por eso esa tarde ninguno de nosotros dijo nada. Éramos de esos tipos que ni siquiera se atrevían a mirarse. Tal vez en aquel preciso instante comprendimos que siempre viviríamos de rodillas. Y supimos por qué.


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Eduardi Jurado Espinar

UNA VEZ
Hacer fotocopias siempre me había resultado una tarea monótona y aburrida, hasta hace unas tres semanas que apareció él con sus ojos sonrientes, labios carnosos y de expresión seria. Esta mañana fui a copiar unos documentos importantes, no eran inmediatamente necesarios, pero no quería que su presencia me perturbara un día tan repleto de trabajo, como me había ocurrido en los últimos días. Cuando llegué la pequeña habitación estaba en penumbra y la fotocopiadora aún dormía. Encendí la luz y me entretuve mirando las paredes grisáceas, deprimentes, mientras la bella durmiente terminaba de despertarse y estuviese lista para trabajar. Mi vista se había parado en la caricatura de un jefe de sección en la pared cuando. De pronto sentí una suave brisa junto a mi cuello y el calor de un cuerpo muy cerca del mío.
Intuí su presencia, reconocí su olor. Sus manos se posaron en mis hombros y empezaron a acariciarme mientras que la brisa en mi cuello se convertía en un roce de húmedos labios. Mi cuerpo despertó a la llamada y pedía más y más con movimientos ondulantes. De los hombros las manos se fueron deslizando hasta unos pechos que en silencio reclamaban caricias. Mis manos buscaban dónde apoyarse, querían tocarlo, pero había algo que lo impedía. La sangre corría por mis venas como caballos deslocados, su cuerpo se fundía con el mío, sentía como se clavaba en mi ser. Un timbre seco mi hizo abrir los ojos y volver a la realidad, la fotocopiadora estaba lista para copiar. Me volví lentamente, pero no había nadie, aunque mi cuerpo todavía se estremecía con su olor.


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Seudónimo: Nakazanius

EXIMENTE
Imagino que lo más duro de todo es comprobar que no se cumplen las expectativas. Ese instante. Sentirse tan frustrado como cuando te elegían el último en el recreo. El fútbol siempre fue la misma excusa patética para establecer ciertas jerarquías. Al menos te dejaba la violencia para silenciar las risas que escuchabas de fondo. Nacer perdedor en un patio de colegio. Crecer perdedor. Ya no importa. Mi victimismo es insidioso a estas alturas. Alguien que se creía el capitán del equipo sostenía el balón en una mano y reclamaba la atención del universo. Mírame ahora. No quiero publicidad. Cambiemos ese balón por el cuello de una botella de vodka que acabo de estrellar contra el mostrador y el escenario por una gasolinera. Y mi pulso ya se ha comenzado a acelerar. Todos hemos sentido alguna vez la adrenalina invadiéndolo todo. A mí me llega además la visión del mismo recreo años después. Pero esta vez el premio son sólo dos billetes azules. Y unas cuantas monedas. La misma impresión aciaga. Repitamos las tres primeras frases.
Porque a partir de aquí todo se acelera. La sensación de derrota. La sensación de saber que el público puede leer lo que piensas en ese instante. Como el humorista que nunca consigue hacer reír. Frustración como elemento de serie en tu personalidad. Reincidente por decreto de memoria. De nuevo comienzo a escuchar las mismas risas de fondo. Vuelven. Y debo silenciarlas. Fotogramas de un patio de colegio. Y un empleado de gasolinera que se convierte por azar en el capitán del equipo. Si supiera que su final está tan cerca, probablemente no malgastaría sus últimos pensamientos en alguien como yo. Así que me observa. Paralizado. Como un muñeco de cera en un museo cerrado por deceso. Y trata de huir. Ahí todo se desencadena. Un acto reflejo. Mi violencia desmedida. Irracional. Y su cuerpo absorbiendo los golpes. Debe de resultar bastante doloroso morir de esa manera. Tan doloroso como que tu abogado intente justificar cuarenta y seis euros y un llavero del Atlético delante de un jurado. Tan doloroso como que sostenga que tu eximente reside en el inocente patio de aquella escuela.